Hace 5 años, Karen estaba rompiendo con sus propios prejuicios para hoy ser una de las mujeres más importantes para muchos vecinos en el barrio Constitución de Capital Federal. Hoy con 31 años, entiende mucho más que muchas personas, incluso, de mayor edad, hoy sabe escuchar sin juzgar y acompañando a quién lo necesite cómo pueda, incluso dejando parte de su vida a disposición del otro.


Ella es madre de dos niños, pero cuando la más grande, que hoy tiene 12 tenía 7, la situación económica por la que estaba pasando la acercó a la casa vecinal a que le dieran apoyo escolar «al principio sólo participaba con vergüenza, con tabúes» reconoció Karen. «Hasta que entendí» explicó y señaló que la participación implicaba un compromiso de parte de ella, en el que dejaba su tiempo y esfuerzo, que era agradecido por sus pares.
«Después de haber pasado muchas cosas a nivel personal y gracias a Dios o al Universo y a mis compas, hoy por hoy estoy muy segura de estar para el otro, pero más allá de un vaso de leche, para contener, hablar, concientizar a todos sobre las cosas que no, por ejemplo, violencias, bulling, malos tratos», tan sensillo como «no hagas lo que no te gustaría que te hagan». Ella destaca la empatía y amabilidad con la que trabaja con el equipo, que hoy son 6 mujeres, y señaló que como muchas tuvo que dejar cosas «deje a mi pareja por esto» … «por seguir apostando a mi crecimiento a nivel personal».
Dos veces a la semana Karen para su mundo para entrar al merendero y dedicarle todo a ello, pero el resto del tiempo es mamá, amiga, compañera y estudiante, pero claro que su característica tan poderosa invade toda su vida. Ella estudia ‘Promotora de Salud Comunitaria’ en el Centro de Salud del propio barrio y agregó «también me ocupo de chicas que sufren violencia de género, acompañando, ayudando a denunciar, hablando con las víctimas y deribando a distintos centros de ayuda».
En su repaso por su vida, en ningún momento ella hizo mención a sus problemas personales, a las dificulates que la llevaron a atravesar situaciones económicas complejas con dos hijos siendo madre soltera y con poco tiempo para hacer todo. De ningún lado se la ve frágil, se sabe que los conflictos los tuvo que haber atravesado y la deben haber atravesado a ella, pero de eso sólo se puede ver fortaleza y parece que es tanta que su fuerza empuja al resto a seguir andando.
«A nivel personal sólo me afecta cuando veo que no puedo solucionar problemas de los niños o cuando veo a niños desamparados por los papas, que no los escuchan o que no están presentes en su vida diaria» empatizó Karen como si fuese que ella entiende el dolor de esos chicos. «Ver a esos pibes, después consumir sustancias o andar haciendo cosas malas, eso me afecta muchísimo» se apenó.
Es realmente lamentable que tengan que existir este tipo de lugares que ayudan a otras personas a sobrellevar la vida ante diferentes circunstancias, y en pandemia estos espacios de contención, tanto económica como personales, se vieron realmente afectados. El merendero en el que Karen está fue uno de los que tuvo que cerrar «pero yo hacía la leche en mi casa con mi hija y la repartíamos a los niños de mi edificio» y reconoció que todavía «a veces no llegamos para todo y pedimos donaciones» pero festejó que «por suerte nunca tuvimos que cerrar por desabastecimiento».
Con risas que dejan ver la felicidad que la acompaña diariamente Karen señaló que «me siento muy feliz que me reconozcan en la calle y me diga: ‘hola profe’ cuando no soy ninguna profe» ignorando que enseña mucho más que una materia y siguió «pero nos sentamos, hablamos integramos a todos, para que todos sean iguales e inclulcar la igualdad», ¿acaso no está bien decirle ‘profe’?. «Todos los días que hay merendero, tengo una alegría nueva por ver las sonrisas de los nenes, ver cómo se hacen amigos en las jornadas» destacó y se deja ver que la alegría no es sólo de ella, sino de todas las personas que rondan en su entorno al verla.
«Poder escuchar a alguien y después ver que solucionó algo, aunque sea pequeño, de su vida, gracias a los consejos que les pueda llegar a trasmitir es lo mejor» y pareciera que recordó la historia de muchas mujeres con las que tuvo que hablar «ver a las pibas que sufrían violencia de género y después verlas empoderadas, es todo. Ver como están apagadas y que después brillen con luz propia es lo mejor que me puede pasar», ¿acaso no le enseña a las pibas y a toda la sociedad?, y cerró la conversación: «Y sabés qué…saber que no estoy sola en la lucha de la igualdad, es un gran respaldo de tranquilidad».